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EL NIÑO, CENTRO DE LA ENSEÑANZA

Durante el interludio gubernamental del presidente Manuel González, el Congreso Higiénico Pedagógico anunció el cambio de enfoque que tendría la educación primaria durante el largo gobierno de Porfirio Díaz: el niño se convertiría en objeto principal déla preocupación de los educadores. En el Congreso, convocado Por el Consejo Superior de Salubridad y llevado a cabo en 1882, médicos, maestros y quienes estaban interesados por la higiene discutieron acerca de las condiciones indispensables para brindar a los niños un ambiente de aprendizaje sano y estimulante: las  características del local escolar, mobiliario, libros y titiles; los programas y horarios más convenientes para la salud, así como la distribución diaria de los trabajos. Recomendaron también ejercicios apropiados para el desarrollo corporal del educando, juegos al aire libre y gimnasia. Asimismo prescribieron la enseñanza objetiva y el cultivo de las facultades físicas, morales e intelectuales. En lugar de premios y castigos, los alumnos deberían aprender a reconocer las consecuencias de sus actos para formar en ellos el hábito de hacer el bien. Las discusiones fueron una de las muchas reacciones contra el insalubre estado de los edificios escolares, causa del aumento de enfermedades como sarampión, viruela, tifoidea o tina entre los estudiantes. La mayoría de las escuelas estaba alojada en casas de alquiler inapropiadas que con frecuencia eran también el hogar del director o del maestro y su familia, quienes escogían para su uso las mejores habitaciones. Las aulas se improvisaban en lo que habían sido comedores, cocinas, corredores o bodegas, generalmente en la parte trasera de la casa, por lo que eran estrechas, oscuras y mal ventiladas. A menudo se establecieron en vecindades carentes de espacios y áreas de recreación y donde los servicios higiénicos, cuando los había, eran comunes. Las quejas de maestros y alumnos por goteras, humedades, vidrios rotos, pisos y techos levantados, falta de mobiliario y de material de trabajo eran constantes. Las pésimas condiciones de estos inadecuados ambientes escolares fueron causa directa del alto índice de inasistencia y deserción. Los educadores censuraron también la rigidez del sistema educativo y los métodos en boga, en particular el lancasteriano. Varios de ellos se habían pronunciado contra el uso excesivo de la memoria y la coacción. Lamentaban que "se enseñaran palabras antes que ideas, reglas abstractas antes que ejemplos, máximas antes que experiencias, definiciones antes que objetos". Rechazaro n la rigidez del sistema que convertía al alumno en receptor pasivo: educar era ayudar al niño a pensar por sí mismo, a ejercitar todas las fuerzas de su espíritu. Era urgente una reforma pedagógica que eliminara las prácticas carcelarias que hacían de los estudiantes víctimas del maestro y prisioneros de la escuela. La máxima "la letra con sangre entra" debería ser borrada para siempre y el ámbito escolar dejar de ser temible. Uno de los maestros que había luchado por transformar la escuela y desterrar métodos "retardatarios o anquilosados" era el veracruzano Carlos A. Carrillo, que en su obra La enseñanza objetiva difundía los principios pedagógicos más avanzados. En 1885, Carrillo introdujo la enseñanza objetiva en el Instituto Fróbel de Coatepec, Veracruz y publicó La Reforma de la Escuela Elemental, para algunos, el periódico más "genuinamente pedagógico" que se había editado en nuestro país y tribuna de varios educadores como Gregorio Torres Quintero y Daniel Delgadillo. En él se atacaban los métodos que convertían al niño en recitador de lecciones. Carrillo censuró el abuso de los libros de texto que hacían del alumno una máquina para repetir pensamientos ajenos: "los libros que se usan en la escuela, y como se usan en la escuela, no edifican sino que destruyen, no dan la vida, sino que dan la muerte..." También en Veracruz, que se convirtió en la cuna de la reforma educativa, el alemán Enrique Laubscher utilizó innovadoras estrategias docentes, entre ellas las de su compatriota Federico Fróbel. En 1881, en Alvarado, Laubscher enseñaba a los niños a leer y escribir simultáneamente sin el ancestral y tedioso deletreo e impartía "lecciones de cosas" (ejercicios sobre objetos y fenómenos que rodeaban al niño) y geometría en los primeros grados escolares y, ante el asombro de padres y educadores, los alumnos parecían disfrutarlas. Su libro Escribe y lee, que empleaba el método fonético en la enseñanza de la lectura, se propagó por toda la República Laubscher estableció la Escuela Modelo de Orizaba (entonces la capital de Veracruz), centro experimental de técnicas que Se difundieron en el estado, primero, y en el país después. Los 1 13 2  maestros asistieron a cursos sabatinos para conocer corrientes pedagógicas nuevas y practicar la enseñanza objetiva. El suizo Enrique Rébsamen, recién llegado a México, se encargó de la parte teórica de los programas y junto con Laubscher compartió la responsabilidad de la Academia Normal de Orizaba. Rébsamen dejó su huella educativa en todo el país. Además de su revista pedagógica México Intelectual, lectura imprescindible que alcanzó 29 tomos, fue autor del Método Rébsamen. Promovió el modo simultáneo de enseñanza que clasificaba a los alumnos por edades, bajo la dirección de un maestro, contrario al mutuo o lancasteriano que los dividía según sus conocimientos y los sometía a la férula de un monitor o alumno de un grado superior. Si bien el lancasteriano permitía la enseñanza a mayor número de niños y aliviaba la carga del maestro, el simultáneo revaloraba el papel de éste. La pedagogía rebsamiana exaltó el trabajo del maestro, antaño tan menospreciado. Para Rébsamen los métodos sólo tenían valor por la habilidad de quien los usaba; el verdadero maestro obtendría buenos resultados aun si no seguía ciertos lincamientos y por el contrario, nada conseguiría "el que no es maestro aunque tuviera a su disposición los mejores métodos". Según el educador, el método didáctico era esencialmente individual, el buen maestro tenía el suyo propio, y su personalidad era el factor más importante en la transmisión de saberes. Rébsamen recomendaba al maestro basar sus enseñanzas en los intereses y conocimientos del niño y guiarlo a descubrir el mundo por sí mismo. Coincidía con Locke en que "nada hay en el entendimiento humano que no haya pasado antes por los sentidos" y exhortaba al docente a recurrir a la enseñanza objetiva. Aconsejaba las "lecciones d e cosas", que abrían a los estudiante s "los vastos dominios" de la historia natural, las ciencias y las artes. Para Rébsamen la verdadera educación debería desarrollar las capacidades físicas, intelectuales, éticas y estéticas del niño.

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